miércoles, 13 de enero de 2010

Hospital Oftalmológico Santa Lucía, para el cual no hay elogios que sean suficientes.


El taxi

La historia que voy a narrar comienza a las 9.30 en el Hospital Santa Lucía. Sin embargo, siento la necesidad de empezar con el suceso anterior. No porque se trate de una anécdota extraordinaria —casos como éste se descubren en los diarios todos los días—, quiero incluirla porque al ser de una naturaleza tan opuesta tal vez consiga resaltar aún más lo excepcional de la crónica que le sigue:

El taxi que nos llevaba al Hospital era como cualquier otro. Lo manejaba un hombre de mediana edad con muchas certezas sobre la vida. Hasta ahí todo normal. Se sabe que estas personas están dispuestas a dictar sus verdades a todo aquél que se siente atrás, sin esperar su consentimiento. No fue eso lo que nos sorprendió.

A lo largo de los tres barrios que nos separaban del destino, el taxista nos habló de sus contactos con el lavado de dinero falso, de cómo la mafia de las carnes estafó gente para convertirse en una cadena de supermercados; nos relató con excesivo lujo de detalles fiestas oscuras donde las mujeres dejan de ser mujeres. Nos explicó cómo se huye con cuantiosas cantidades de dinero en Peugeots blindados sin asientos y ya cuando nos bajábamos, justo frente a las arcadas altas del Hospital, nos confesó con orgullo que uno de sus amigos, que a su vez era amigo de un hombre poderoso, había cometido un asesinato y que nunca lo habían atrapado.

Al pisar la vereda estábamos mudos. Tal vez su testimonio fuera exagerado y hasta podrían tratarse de absolutas mentiras. El punto era que el hombre que se jactaba a viva voz de las muchas trampas que pueden perpetrarse sobre otros seres humanos y los médicos que ayudan a otros los 365 días del año, apenas estaban separados por unas puertas.

El Hospital

Son las 9:30 de la mañana y el gran hall del Hospital está lleno de gente. Cerca de la entrada una mujer atiende cada pregunta sin fastidio y lee cada papelito que le acercan sin ansiedades. Pedimos por la Jefa de Guardia, la Dra. Diana Salz. Nos dicen que esperemos. Nos sentamos en la sala de espera. Aquí todo transcurre en suave armonía bajo el zumbido de los ventiladores. Una mujer ciega es conducida con un cuidado cariñoso por las escaleras. Muchas personas con parches miran desde su único ojo con profunda calma. Cientos de manos tocan el cristal con la imagen de la virgen de Santa Lucía y agradecen.

Nos llaman de la Sala de Guardia. La Dra. Salz nos espera. Se ha ocupado de autorizar la nota ante la municipalidad. Más tarde sabremos que la Doctora se ocupa de las cosas más pequeñas hasta las más grandes con la misma e infinita dedicación. Nos sentamos en el bar y enciendo el grabador.

—Existe una patología muy específica de guardia —comienza la Dra. Slaz.— Hay patologías de lunes a viernes y las hay de fin de semana. Sucede que el fin de semana la gente está en su casa ociosa y para ahorrar trata de hacer lo que debería hacer un técnico. Se ponen a arreglar el lavarropas, la tele, comienzan a podar, a martillar sin antiparras. Cosas que usualmente no hacen. Y no están capacitados para hacer. No usan los elementos que usaría cualquier carpintero o herrero. También tenemos muchos accidentes deportivos. Pelotas de tenis o de Squash que impacta justo en el ojo.
En épocas de fiestas se encuentran otras patologías. Lo que en el año hacen las pelotas de tenis en las fiestas lo hace el corcho. En general los de plástico salen con más fuerza, por eso nosotros recomendamos que abran las botellas con atención y sostengan el tapón con un trapo. Éstas son escenas repetidas donde uno no dimensiona el riesgo y depende del impacto se puede producir desde una úlcera hasta la pérdida misma del ojo.

—¿Qué sucede con la pirotecnia?

—Antes teníamos muchos más accidentes por pirotecnia pero ahora disminuyeron. Debo decir lamentablemente, ya que fue debido a Cromagnon. Hay un antes y un después de Cromagnon. Pero por supuesto no han desaparecido por lo que la prevención es importante.

—Casos impactantes imagino que por acá se ven todos los días.

—He visto cada cosa. Por ejemplo una vez encuentro una camilla con una persona a la cual le salía una especie de palito. Te preguntabas, “¿qué le sobresale?” El chico estaba en el colegio —iba a un industrial donde se utilizan herramientas—, y en horas de recreo, jugando, tiraron una lima y se le incrustó en un ojo.
Hubo otro caso donde una mujer iba caminando por la calle tranquilamente y una grúa la agarró justo con el gancho. Desesperados cortaron la cadena y la trajeron con el gancho puesto, porque nadie se animaba a sacárselo.
Otro caso insólito fue el de un chico de Paraná que había estado pescando dorado. Utilizan un anzuelo enorme para eso. Uno de sus familiares al tirar la caña lo enganchó y el chico vino con el anzuelo ensartado. Entonces en ese caso tuvimos que cortarlo y hacer todo un movimiento inverso a cómo entró.

Hay casos espectaculares, realmente impresionantes, pero a veces no se puede hacer prevención. Es decir en el caso de este chico del anzuelo estaban acostumbrados a pescar. Pescaban siempre hasta que ocurrió esto. Todo lo que uno puede prevenir es poco. Hay accidentes de chicos muy chiquitos se cuelgan de un cajón para pararse y justo es el de los cubiertos. O cuando las asas de las sartenes se dejan en la primera hornalla, si hay chicos que ya gatean lo que se cocina tiene que estar siempre atrás. Tampoco se puede cocinar con un niño en brazos porque es muy peligroso.

Nosotros tuvimos un caso de un bebé —tendría 6 ó 7 meses— con un cuerpo extraño dentro del ojo. En general ese accidente lo tienen quienes martillan. Porque están golpeando metal con metal y salta justo una esquirla. En este ejemplo el chico era demasiado pequeño como para siquiera saber lo que es un martillo, ¿cómo puede ser? El abuelo era quien había estado martillando y lo tenía en brazos.

En el rato que la Dra. Salz nos cede, nos cuenta que se ha desempeñado 20 años en oftalmopediatría y que ha trabajado en la guardia de los domingos durante 15 años. Este entrenamiento le ha dado la experiencia y la garra para combatir con muy poco los muchos desafíos que se imponen a cualquier hospital hoy día. Nos cuenta que en la guardia son atendidos aproximadamente 1000 pacientes por día, por 8 médicos y concurrentes. Allí convergen personas de todo el conurbano, del interior y de los países limítrofes. También se hacen interconsultas con otros hospitales. Hay que estar al tanto de todo. De las grandes necesidades hasta de los más mínimos detalles. Desde la creación de un servicio de “Baja Visión” y todo su plantel de profesionales hasta el arreglo del flotante de la habitación 1.

—Se trabaja bien, con mucha voluntad —dice la Doctora.

El backstage

La Doctora nos ha abandonado unos momentos para atender cosas más urgentes. Mientras esperamos a que regrese vamos a hacer fotos a la guardia. Allí todos parecen tener la agradable actitud de quien pertenece a una familia bien organizada. Las enfermeras son didácticas, los empleados administrativos dispuestos y los médicos amables.

Un paciente que acaba de ser vendado permite que le saquemos una foto y no hace falta pedirle que sonría.

La Dra. Salz retorna. La acompañamos al segundo piso para hacerle unas fotos. Durante el trayecto tenemos la oportunidad de ver qué significan todos sus años en el Hospital. Bajo cada escalera, en cada pasillo, a la vuelta de cada esquina es saludada con respeto y alegría. Todos la conocen y ella conoce a todos. El esfuerzo de su trabajo sembrado día a día, durante más de veinte años, se abre como un campo de sonrisas en las caras de quienes se cruzan con ella.

13 de Diciembre se celebra el día del Oftalmólogo en honor a Santa Lucía.

Dicen que cuando era niña Lucía juró a Dios que permanecería pura y virgen para siempre, pero cuando llegó a la juventud su madre quiso casarla con un pagano. Por aquellos días la mamá enfermó gravemente y Lucía le dijo: "Vamos en peregrinación a la tumba de Santa Águeda. Si ella le concede la curación, me dará el permiso para no casarme".

La madre aceptó la propuesta. Fueron a la tumba y la curación se produjo instantáneamente. Desde ese día Lucía obtuvo el permiso de no casarse y el dinero que tenía ahorrado para el matrimonio lo gastó en ayudar a los pobres.

Sin embargo, como venganza, el joven que se iba a casar con ella la acusó de ser cristiana ante el gobernador. En esos días el cristianismo estaba totalmente prohibido.

Lucía fue llamada a juicio.

El juez se dedicó a hacerle indagatorias y trató de convencerla para que dejara de ser cristiana. Ella le respondió: "Es inútil que insista. Jamás podrá apartarme del amor de mi Señor Jesucristo". El juez la amenazó con llevarla a una casa de prostitución. Ella le respondió: "Aunque el cuerpo sea irrespetado, el alma no se mancha si no acepta ni consiente el mal" (Santo Tomás de Aquino, el gran sabio, admiraba mucho esta respuesta).

Intentaron forzarla pero milagrosamente ella no se movió, como si una fuerza superior la amparara.

De un golpe cortaron su cabeza y colocaron sus ojos en un plato. En Siracusa, Italia, existe una lápida del año 380 que dice: "N. N. Murió el día de la fiesta de Santa Lucía, para la cual no hay elogios que sean suficientes".

Nota publicada en revista "ópticos"

1 comentario:

  1. uy, yo una vez tuve que hacerme atender de urgencia en este hospital y es tal cual lo decis la gente es macanuda!

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